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La fe, única ancla ante el vacío cultural

 La fe es lo único que nos puede salvar del abismo que hemos abierto al banalizarlo todo.

 

La civilización del espectáculo (2)

Continuamos con la segunda entrega del análisis de la obra de Vargas Llosa La civilización del espectáculo. Como ya dije en el pasado artículo no es un ensayo más en su extensa producción; es un libro que retrata, con lucidez crítica y una prosa elegante, el progresivo vaciamiento de la cultura contemporánea.

Uno de los aspectos más provocadores del ensayo es su reflexión sobre la religión. Y desde esta perspectiva hablaremos a partir de ahora.

A pesar del aparente dominio del secularismo, Vargas Llosa reconoce que la cultura light no logra llenar los vacíos existenciales del ser humano. La religión, sostiene, sobrevive porque ofrece lo que la modernidad no puede: certezas, símbolos, sentido, esperanza.

Y no solo eso. La fe sigue siendo un punto de anclaje para millones de personas que, frente a la volatilidad del mundo moderno, encuentran en ella un marco moral, una explicación del sufrimiento, una comunidad con la cual compartir su historia.

Vargas Llosa lo dice con claridad: los hombres insisten en creer en Dios porque no confían en sí mismos, y la historia les da la razón.

Para quienes venimos del ámbito de la fe, este diagnóstico debe servirnos de espejo.
Muchas iglesias han abrazado la lógica del espectáculo: luces, pantallas, slogans, prédicas diseñadas para agradar más que para transformar.

En nombre de lo “atractivo” hemos dejado de lado la riqueza teológica, el mensaje profundo, lo que “ya no vende”. Y, sin darnos cuenta, nos hemos vuelto parte del problema.
Al final, La civilización del espectáculo debería ser para nosotros una invitación a pensar. A pensar la cultura, la fe, el arte, la vida.

Vargas Llosa no es creyente en el sentido confesional, pero reconoce con honestidad intelectual que la religión aún tiene un papel insustituible en el alma humana.

Quizá –sugiere entre líneas– sea lo único que nos puede salvar del abismo que hemos abierto al banalizarlo todo.


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